C. S. Lewis, esa extraña fuerza…(I)

«Obra como si amaras a Dios y al hombre», si hay imperativo «categórico» para un cristiano sin duda es éste. Kant no estaría del todo de acuerdo porque el mandato así formulado de alguna manera estaría condicionado por la caridad, la compasión o el amor, no actuaríamos solo por respeto al deber; pero, ¿acaso no es el sometimiento al deber también una opción emocional del sujeto, también acción moral y por tanto no formal o incondicional?, ¿por qué la buena voluntad lo es por puro respeto al deber? ¿no sería buena voluntad estimar lo que es justo o digno de aprobación; no robar porque apoderarse de bienes ajenos no nos parece bien o porque matar supone privar la vida de alguien algo que no tenemos derecho?, o ¿no estamos avocados a sucumbir ante la belleza de un cuadro como el Descendimiento de Roger Van Der Weyden o una sarabande de la suite francesa de Bach interpretada por Gould, o la impresión visualizada de una mirada o un gesto de la persona amada que junto a nosotros en el sofá sonríe viendo un programa de televisión por el simple gozo o ternura que nos produce verla o escucharla o imaginarla?, ¿no es un deber reconocer el valor del algo precisamente porque requiere apreciar lo que es objetivamente estimable aunque quizá aún no sepamos cómo o por qué? Tendríamos acceso así a una órgano privilegiado de percepción de la realidad para poder aprehenderla en su complejidad, y esta realidad no excluye por supuesto una hermosa casa, un árbol centenario, un libro bien escrito y la personas que como prójimos nos encontramos todos los días, los bienes del Mundo, los que vemos y los que no vemos o imaginamos, los arquetipos que siempre han inspirado al hombre la Belleza, el Bien, la Justicia y la Virtud en sus distintas manifestaciones y por qué no a Dios.

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